¡EN LA CAMA SE HABLA!

La historia con Alejandro fue un cuento de hadas.
Para mi, una chica de familia humilde, buena estudiante, trabajadora, que nunca tuvo una vida fácil, esta aventura con final, si no feliz, tranquilo, fue una burbuja maravillosa de sexo estupendo, los mejores restaurantes y hoteles, regalos que yo no podría haber comprado y conversaciones interesantísimas de las que aprendí mucho mientras cenábamos a la luz de las velas.
Eso por no hablar de que me sentía la mujer más bella, sensual y deseable del mundo cuando estaba a su lado. Además he de reconocer que esta sensación me ha acompañado desde entonces, ayudándome a sentirme segura en mis relaciones sexuales y/o emocionales con hombres.
Alejandro era un caballero. Y esas costumbres que quizás alguien pueda considerar anticuadas o machistas, como quitarme el abrigo, sentarse después que yo, abrirme todas las puertas incluida la del coche, negarse rotundamente a que cogiera peso, esas costumbres...nos gustan a las mujeres (a casi todas, por lo que yo sé).
El sexo era arrebatador, apasionado, descarado. Aprendí "latín". Aprendí que en la cama se habla, se pregunta y se responde, se contesta también con el cuerpo, con gemidos, con orgasmos.
El sabía que era un buen amante y yo tenía, según su opinión, un cuerpo para el deseo, bello, sexual y receptivo. Siempre con reacciones a sus caricias, a veces suaves y tiernas, a veces salvajes y duras.

Un día Alejandro desapareció y después de mi luto nació Verónica.

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